Convento de San Esteban – Dominicos

La Orden de Predicadores fue fundada en Toulouse (Francia) en 1215 por el canónigo español santo Domingo de Guzmán y en 1216 recibió la aprobación del Papa Honorio III.
Dos años más tarde, en 1218, se creó la Universidad de Salamanca, y muy probablemente santo Domingo mandó que en esta ciudad se fundara un convento, pues quería que sus frailes estuvieran presentes en las ciudades universitarias.
Pero santo Domingo no vio realizada esta fundación, pues falleció en 1221 y fue posiblemente al año siguiente cuando los primeros dominicos se establecen en Salamanca, fuera de las murallas, junto al río Tormes, en la iglesia de San Juan el Blanco, a la que adosaron su convento. En él vivieron hasta que en 1256 una riada del Tormes se llevó iglesia y convento.
Ese mismo año, el obispo de Salamanca les entrego la iglesia San Esteban, que era un pequeño templo románico situado dentro de los muros de la ciudad, con su cementerio y posesiones contiguas. Los frailes decidieron edificar en ese nuevo emplazamiento una iglesia gótica de tres naves, y un convento con su claustro y dependencias. De todas estas construcciones de los siglos XIII y XIV solo nos ha llegado algún raro vestigio.
El Convento de San Esteban quedó consagrado, casi desde sus comienzos, como centro de estudio y docencia de la Teología. En 1299 se establece en él el Estudio General de los Dominicos de España. En cambio, la enseñanza principal en la Universidad (fundada hacia 1218) era la de Derecho. La Teología entra en ella en el siglo XIV, cuando se crean cuatro cátedras de Teología. Dos de ellas las regentarán los dominicos de San Esteban. La progresión de la Teología en las aulas universitarias y en San Esteban será constante hasta bien doblado el siglo XVII.
A finales del siglo XV, superados los males de la claustra que había originado la Peste Negra (siglo XIV), que se caracterizó por la relajación de la vida religiosa, el convento inicia una época de esplendor.
Hay que recordar sobre todo a fray Diego de Deza (protector de Colón, preceptor del príncipe Juan, obispo de Palencia y arzobispo de Sevilla). En su tiempo se sitúa la venida de Cristóbal Colon a Salamanca y su estancia en el convento (hacia 1486-1487), donde encontró el apoyo que después le daría la Junta de Profesores salmantinos.
En el siglo XVI la universidad salmantina, de la mano de los grandes teólogos de San Esteban, adquirió su máximo prestigio. El más sobresaliente de todos sus Maestros fue fray Francisco de Vitoria (1483-1546), iniciador de la «Escuela de Salamanca», creador del Derecho Internacional y defensor de los derechos humanos, que aplicara a los indígenas de América en sus famosas Relecciones. Junto a él destaca fray Domingo de Soto (1495-1560), preclara inteligencia y teólogo principal en el concilio de Trento.
La nómina de maestros, catedráticos y obispos de este convento sería muy larga: el cardenal fray Juan Álvarez de Toledo, Melchor Cano, Juan de la Peña, Bartolomé de Carranza (arzobispo de Toledo), Diego de Chaves, Pedro de Sotomayor, Bartolomé de Medina, Mancio de Corpus Christi, Antonio de Hontiveros, Domingo Báñez, Pedro de Herrera, Francisco Araujo, etc.
La rica historia de San Esteban se completa con la aportación a la Evangelización de las tierras de América y Filipinas. En el año 1509, los frailes de este convento decidieron comprometerse en la tarea misionera de las nuevas tierras descubiertas de América. A él pertenecían los primeros dominicos que llegaron a la isla de La Española a mediados de septiembre de 1510.
Allí predico fray Antón Montesinos, el 21 de diciembre de 1511, el primer sermón en defensa de los derechos de los indios –«Estos, ¿no son hombres?»–, contra la opresión a que eran sometidos por los encomenderos. A este grupo se uniría el clérigo encomendero Bartolomé de Las Casas, que, convertido por la predicación de Montesinos, se haría dominico en su mismo convento de La Española.
Durante la guerra de la Independencia, el convento fue ocupado por los franceses en 1809. No destruyeron mucho, fuera de algunas imágenes, relieves, columnas, etc., pero se apoderaron de todos los objetos (o de casi todos) de oro y plata que tenía el convento. Los frailes hubieron de salir y el edificio quedo como cuartel de las tropas de Napoleón hasta 1813.
Sin tiempo para reponerse de las consecuencias de la guerra contra los franceses, el gobierno liberal español decreto la supresión de los religiosos. En San Esteban se llevó a cabo el Decreto en 1835. Los edificios se abandonaron, utilizándose algunas zonas para cuartel y enfermería. De esta ruina se salvó solo la iglesia que, por sabia y providente determinación del obispo de la ciudad, fue convertida en parroquia. Con ella se libró también la sacristía. Todo el mobiliario y la biblioteca del convento fueron expoliados.
Era tal la situación de ruina, que –según dicen las crónicas– en 1855 el edificio se estaba hundiendo. Un grupo de intelectuales salmantinos elevo sus votes para salvar el convento de San Esteban por su gran valor artístico e histórico. Así, en 1861 se propuso emplazar en él el Museo Provincial de Salamanca. Éste quedó instalado en las dos plantas del Claustro de Procesiones. Ello sirvió para una parcial restauración, que afectó sobre todo a las zonas utilizadas como museo.
En 1880, se autorizó a los dominicos franceses de Toulouse, expulsados por las autoridades galas, a ocupar el convento en ruinas. A ellos se unieron cuatro frailes exclaustrados españoles. Eran casi una cincuentena de frailes, de ellos treinta estudiantes, que permanecieron en Salamanca siete años. De entre ellos merece ser recordado el P. Marie Joseph Lagrange, inspirador de la exegesis moderna en la Iglesia, fundador de la célebre Escuela Bíblica de Jerusalén y de su revista Revue Biblique.
La restauración de los dominicos en San Esteban se debe a los cuatro frailes españoles que vinieron a vivir con los franceses. El empuje definitivo se dio en septiembre de 1892, cuando el convento quedó constituido en casa formal con prior. En 1897 se convierte en Estudio General, elevado a Facultad de Teología en 1947.
San Esteban es sede canónica de la Hermandad Dominicana del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, cofradía que realiza su desfile penitencial en la Semana Santa salmantina la madrugada del Viernes Santo, y de la Real y Pontificia Archicofradía Sacramental de María Santísima Madre de Dios del Rosario y San Pío V, hermandad de gloria recientemente reorganizada tras años de inactividad.

Fachada

La fachada está compuesta por la portada de la iglesia y el pórtico de acceso al convento que forma ángulo recto con ella.
La portada de la iglesia es uno de los más bellos ejemplos de plateresco. Está concebida como portada-retablo formando un arco de triunfo bajo cuya bóveda de medio cañón se despliega la abundante decoración característica del estilo. En su centro se representa el martirio de San Esteban y por encima un Calvario, relieves ambos ejecutados por Juan Antonio Ceroni a comienzos del siglo XVII.
El pórtico, compuesto por arcos de medio punto, está inspirado en las logias renacentistas italianas, contrastando su escueta ornamentación con la exuberancia decorativa de la fachada de la iglesia. Fue realizado por Juan Ribero de Rada entre 1590 y 1592, pero los medallones de las enjutas son obra del escultor Martín Rodríguez.

Iglesia

Su construcción la comenzó el arquitecto Juan de Álava en 1524 y fue seguida por Fray Martín de Santiago a quien sucedió Rodrigo Gil de Hontañón, siendo consagrada en 1610.
Tiene planta de cruz latina y una sola nave, con el coro elevado sobre un arco escarzano a los pies de la iglesia. Los estilos presentes son el gótico tardío desde el crucero a los pies, y el renacentista que abarca el crucero, el cimborrio y el presbiterio.
Mide 14,50 m de anchura, 27 m de altura en la nave y 44 m en el cimborrio.
En el coro destacan la pintura del Triunfo de la Iglesia, de Antonio Palomino, y una Virgen con el Niño, de Rubens.

Claustro y Capítulos

El claustro principal, denominado «de procesiones» o de los Reyes, es obra de Fray Martín de Santiago, religioso del convento. En la planta baja mezcla elementos góticos y renacentistas. Los arcos que lo separan del jardín son de medio punto, renacentistas, aunque tratados al estilo gótico ya que están divididos por tres maineles. Las bóvedas de sus cuatro crujías son de crucería, características del gótico. En el centro del jardín se levanta un templete.
En la planta alta la cubierta es un sencillo artesonado de madera, abriéndose las galerías mediante cuarenta arcos de medio punto, que descansan sobre pilastras cuyos capiteles están decorados con grutescos y otros motivos.
Desde la planta baja se accede a los «Capítulos». El «Capítulo antiguo», oscuro, modesto y austero, data del siglo XIV, con obras en los siglos siguientes. Una de sus partes es la capilla, en la parte más elevada y donde se enterraron los más destacados miembros del convento, como Francisco de Vitoria o Domingo de Soto. En la parte más baja se enterraban los demás religiosos y en los bancos adosados a sus paredes tomaban asiento los frailes en sus reuniones. El «Capítulo nuevo», más grande, monumental e iluminado que el antiguo, data del siglo XVII, pareciéndose en su traza a la Sacristía, a la que se accede a través del arranque de la Escalera de Soto.

Sacristía

Construida en el siglo XVII bajo el mecenazgo de fray Pedro de Herrera Suárez, obispo de Tuy, por los arquitectos Alonso Sardiña y Juan Moreno. De gusto clásico, los muros están cubiertos por pilastras de orden corintio con frontones curvos y triangulares partidos rematados con pirámides. El friso está decorado con ménsulas y distintas alegorías.
El fundador construyó la sacristía para hacerla también lugar de su enterramiento. Así en una hornacina elevada en el lado izquierdo se encuentra su efigie orante en piedra policromada, obra de Antonio de Paz. Del mismo autor son las imágenes de la Asunción de la Virgen, San Pedro y San Pablo que se encuentran en el testero, presidido por un Cristo anterior conocido como Jesús de la Promesa.

Escalera de Soto

Se construyó entre 1553 y 1556. Su nombre se debe al mecenazgo de Fray Domingo de Soto, catedrático de la Universidad(pertenece a la Escuela de Salamanca) y confesor del emperador Carlos V. El autor fue el arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, que utilizó una técnica nueva y revolucionaria, puesto que solamente se apoya en los muros, en voladizo, sin otros soportes, creando un espacio bastante diáfano que parece sostenerse milagrosamente, y que permite el tránsito desde la parte baja del claustro a la parte alta. Su decoración la constituyen casetones floreados y un relieve policromado en su tramo superior en el que aparece María Magdalena.

Retablo Mayor

Obra de José Benito de Churriguera, que remata la cabecera de la iglesia. Seis grandes columnas salomónicas, recubiertas de decoración vegetal, recorren el primer cuerpo, en cuyo centro se halla el tabernáculo central concebido como un templete, flanqueado por un par de columnas a cada lado; entre estas y las de los dos de los extremos se encuentran dos hornacinas que dan cobijo a las esculturas de Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís, atribuidas al autor del retablo.
El segundo cuerpo tiene como centro y remate una pintura de Claudio Coello cuyo tema es el martirio de San Esteban.
Todo está dorado y recubierto de profusa decoración, dando lugar a uno de los más monumentales retablos barrocos típicamente españoles.

Sepulcro del III Duque de Alba

Fernando Álvarez de Toledo murió en Tomar, localidad próxima a Lisboa, el 11 de diciembre de 1582, a la edad de setenta y cuatro años.
Sus restos fueron trasladados inicialmente a Alba de Tormes, donde fue enterrado en el convento de San Leonardo. En 1619 fueron trasladados al convento de San Esteban, en donde desde 1983 reposan en una capilla del convento que contiene un mausoleo proyectado por Chueca Goitia y que fue costeado por la Diputación Provincial de Salamanca.

 

 

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