Iglesia de Santo Tomás Cantuarienses
Iglesia erigida en 1175 por los hermanos ingleses Ricardo y Radulfo en honor de un santo compatriota, elevado a los altares en 1172, tan solo dos años después de su muerte. Es de pequeñas proporciones, de planta de cruz latina y cabecera triabsidal. La nave fue rehecha en el siglo XVI. Al exterior luce su aspecto románico tardío.
Tiene cabecera tripartita y escalonada, precedida por un ancho crucero y una sola nave, de modo que acaba dibujando planta de cruz latina, orientada a naciente, y torre, del siglo XVI, a poniente. Los ábsides se cubren con bóvedas de horno en el semicírculo y cañón apuntado en los tramos presbiteriales rectos precedidos por arcos de ingreso también apuntados; el mismo tipo de cubierta se volteó para los brazos, bien marcados en planta, del crucero, que en su parte medial levanta una bóveda de crucería octopartita, con nervios de perfil protogótico para los que fue necesario improvisar unas ménsulas, a modo de mascarones, que los apearan, solución puesta en práctica en otros edificios salmantinos de la época. La nave -en principio se pensó que fueran tres- tiene cubierta de madera, moderna y sin interés.
El exterior, lleno de marcas de cantería, es agradable y bien proporcionado. El ábside de la capilla mayor queda verticalmente dividido a través de contrafuertes poco salientes y en horizontal, lo que se da también en los laterales, por impostas; los tres rematan con una cornisa con canecillos de tipo diverso; así, los hay figurados con cabezas humanas y de animales y los hay de rollo, de tradición mozárabe. Tres ventanas, de escasa luz, se rasgaron, una por cada ábside; voltean arco semicircular sobre columnas con capiteles de hojas esquemáticas.
Existen además ventanas ciegas, también con arcos de medio punto sobre columnas con capiteles vegetales; una de ellas con una cabeza muy destrozada y otra, en el lado sur del crucero, con un trasnochado círculo con radios curvos, de tradición romano-bárbara. En cuanto a las puertas, sólo la septentrional tiene interés, pues pertenece a la obra primitiva, aunque muy reformada, rasgo que es común a toda la iglesia, que fue fuertemente intervenida en época barroca, llegándose no sólo a voltear bóvedas de ladrillo con yeserías, sino incluso a abrir en el siglo XVIII un camarín en la capilla mayor, aunque no hace muchos años todo volvió a su ser.
Desde un punto de vista general cabe señalar el peso que sobre esta cantería ejerció la de la Catedral Vieja de Salamanca; de ahí la semejanza de los capiteles de la puerta septentrional con los del cimborrio catedralicio o incluso la organización de los ábsides.
En el interior hay que destacar el capitel del arco triunfal correspondiente al lado de la Epístola, con un enfrentamiento de jinetes. Este combate ecuestre se atiende a fórmulas compositivas del siglo XII para este tipo de iconografía, pero insiste en la caracterización y diferenciación tipológica de los contendientes: así, mientras el vencido tiene el rostro de facciones negroides y embraza rodela, el vencedor oculta el suyo bajo el yelmo y porta escudo normando. No sabemos qué tipo de armas ofensivas llevaría, porque el capitel presenta ciertas fracturas que impiden conocer tal extremo.
Se ha querido representar una batalla entre un cristiano y un musulmán, una página histórica de la Reconquista en un momento en el que la Iglesia otorga a esta lucha el carácter de cruzada, con el mismo valor que las organizadas para la recuperación de los Santos Lugares. El musulmán era imagen del infiel y, por tanto, del pecado, lo que explica los rasgos exóticos y exagerados con los que se ha caracterizado al seguidor de Mahoma.