Casa de los Abarca – Museo Provincial de Salamanca

Bien conocemos la biografía de sus promotores, los Álvarez Abarca, varios de ellos catedráticos de medicina en la universidad salmantina y médicos de cámara de Isabel la Católica, de ahí que llevaran el apelativo de «doctores de la reina»; a pesar de ello, algunos de sus descendientes y familiares políticos participaron en el bando comunero, lo que a unos les costó la vida y a otros la pérdida de bienes y privilegios. Gómez Moreno y Álvarez Villar se inclinan por defender que el promotor fue Fernán Álvarez Abarca, casado con Beatriz de Alcaraz, comenzado las obras en 1507, en las que intervino Michel de Gaybar; los trabajos continuaban en 1521. Tras servir de vivienda a sus sucesores, fue sede del Colegio de Alcántara, que la alquiló en 1671. Después de la Guerra de la Independencia la habitaron temporalmente los agustinos y luego acabó siendo casa de vecinos; finalmente fue adquirida por el Estado en 1942. Restaurada entre 1946 y 1947, acogió el Museo Provincial que fue trasladado a la Casa de las Conchas en 1970, retornó en 1974 a su antigua sede. 
 
Varios han sido los historiadores que se han ocupado de ella; para Lampérez es el mejor ejemplar de estilo gótico florido de la ciudad. Camón la cree del mismo autor que la Casa de las Conchas y en la misma línea se define Gómez Moreno, que la juzga coetánea. Como fruto de su época marida en la fachada elementos góticos y renacentistas. 
 
La concepción general, con torre con cornisa de pomas y arquillos, puerta bajo alfiz descentrada y desenfilada con respecto al patio, ventanas centrales cerradas por arcos conopiales con cardinas y pináculos recambiados a los lados, crestería del torreón, etc. etc., incluye evidentemente elementos sacados del último gótico, pero, junto a ello, es preciso registrar la aparición de otros renacentistas, tales como los antepechos de esos vanos con delfines o las dos ventanas de los extremos, que repiten los mismos alféizares y además lucen molduras itálicas, lombardas, para más precisión. La cornisa de pomas que remata la fachada fue realizada en 1946. Como materiales de relleno han aparecido claraboyas y pináculos procedentes de la torre, quitados ya en 1671. Importancia particular tiene la heráldica, pues además del escudo de los Reyes Católicos bajo una moldura con ovas a modo de alfiz, existen otros de Álvarez Abarca, Alcaraz y enlaces engalanando los tímpanos de las ventanas, sobre la puerta de ingreso e incluso en las ménsulas del alfiz. 
 
El patio, muy restaurado hasta resultar un tanto frío, describe planta trapezoidal y tiene dos pisos con columnas con capiteles y basas sencillamente moldurados en sus cuatro galerías, unidas las altas y las bajas por unas escaleras claustrales sencillas, intervenidas al menos en 1599 por el cantero Alonso Rodríguez. 
 
El origen del Museo proviene de 1835, cuando se recopilaron por la Comisión de Inventarios de Conventos (creada por R. D. de 28 de julio) los objetos artísticos procedentes de la desamortización de los cenobios masculinos; la Comisión CientíficoArtística (R. D. de 27 de mayo de 1837) en 1839 recogió los provenientes de los femeninos. Unos y otros sumaban casi un millar, que fueron repartidos entre el Convento de San Esteban y el Colegio de Anaya; en éste fue inaugurado el museo el 1 de octubre de 1848, pero poco después compartió edificio con el Gobierno Civil; en 1864 las piezas artísticas de este edificio fueron trasladadas a San Esteban, donde estuvieron unos setenta años hasta acabar en las dependencias de las Escuelas Menores, desde donde recalaron ya en este palacio. Tanto traslado y el poco esmero acabaron diezmando los objetos que, por cierto, tampoco serían de gran valor artístico. Hoy, ya en la Casa de los Doctores de la Reina, han encontrado definitivo albergue, ahora ampliado y bien instalado. Los fondos, acrecentados con depósitos del Museo del Prado y del de Arte Contemporáneo, no destacan precisamente entre los mejores de provincias, aunque hay piezas de interés. 
 
Autor: José Ramón Nieto González

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