Convento de los Capuchinos

Esta capilla se ubica sobre el solar que ocupaba uno de los ábsides laterales del Convento de San Francisco el Real, funado en el s.XIII; de aquel convento de grandes dimensiones que contó con el patronazgo del infante don Fabrique, hijo de Fernando III, así como con la predilección de las familias nobles de la ciudad por ser enterradas en él, nada queda salvo parte de su cabecera. De los tres ábsides poligonales que tuvo quedan dos en pie, visibles desde la calle Ancha, y son una buena muestra del gótico puro del s.XIV. El resto del convento fue desapareciendo con la ocupación francesa y con las desamortizaciones, conservándose su claustro en el antiguo hospital de la Santísima Trinidad.
 
La capilla fue construida a mediados del s.XVIII siguiendo las trazas de Andrés García de Quiñones y Simón Gavilán Tomé. El edificio consta de una sola nave con capillas hornacina en los laterales. Arquitectónicamente, el interior es muy sobrio, con una concepción cercana al Neoclasicismo, pero la intervención de Simón Gavilán Tomé en la construcción de la capilla mayor y los retablos, le otorgó un aspecto barroco muy recargado. Éstos son muy interesantes ya que, además de su típica decoración barroca a base de rocalla, sorprende por el hecho de estar realizados en piedra arenisca de Villamayor. El centro del retablo mayor está ocuapado por un Cricificado que a primera vista recuerda a la obra del sevillano Martínez Montañez, pero su autor fue Bernardo Pérez de Robles, quien conoció la obra de aquél durante su estancia en Perú.
 
En el exterior la portada muestra un barroco más sereno, excepto en la dinámica moldura de la puerta; en el centro de la parte superior en una hornacina avenerada, se encuentra la imagen de San Luis Rey flanqueado por dos figuras sobre volutas obra de Simón Gavilán Tomé y Gregorio Carnicero.
 
 

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