Palacio de la Salina

Según quiere la leyenda que se tejió alrededor de este edificio, su construcción fue provocada por los deseos de revancha del Arzobispo y Patriarca de Alejandría don Alonso de Fonseca cuando, habiendo llegado a la ciudad con su amante doña María de Ulloa, vio que la dama no fue bien acogida ni hospedada por la nobleza local. En respuesta, el prelado juró construirle el más bello palacio, en una de cuyas galerías Fonseca mandaría caricaturizar a los nobles salmantinos que tan mal se portaron con su amiga. Hasta el siglo XIX, la propiedad de la casa permaneció en los descendientes de los fundadores, Mesía-Fonseca, pero en 1842 pasa a poder de don José María Echevarría y luego a los Arteaga y Esperabé, quienes la enajenan en la Diputación Provincial. El nombre del palacio, La Salina, proviene de cuando sirvió de alfolí; también fue casa de vecinos, llegándose a construir un piso entre los grandes arcos de la fachada, como demuestra una vieja fotografía publicada en el libro de A.F. Calvert (Londres, 1808). Las intervenciones comenzaron en 1881 y han sido importantes y frecuentes, pues han llegado hasta nuestros días. 
Fue residencia de don Rodrigo de Mesía, señor de La Guardia, y doña Mayor de Fonseca, su mujer, que la reconstruyeron hacia 1549 sobre un viejo edificio gótico. Del conjunto destaca, como no podía ser menos, la bellísima fachada, con un paseador con ocho arcos semicirculares en lo alto y un espléndido pórtico de cuatro arcos semicirculares, que constituye excepción en lo que es habitual en la Salamanca renacentista y que por el contrario es propio de Italia y particularmente de Bolonia; tal vez don Rodrigo conocería dicha organización a través de Andrés de Vandelvira, que por aquel entonces le construía su convento en La Guardia (Jaén). En esta fachada destacan los elementos decorativos a base de medallones en las enjutas de los arcos del pórtico y encima de las ventanas, acompañados éstos por tornapuntas en forma de C, hombres y putti a plomo de las columnas estriadas; la arquería superior luce cabezas aladas y a los extremos, escudos con las cinco estrellas de los Fonseca y coronas indeterminadas. Las efigies de los medallones de la fachada han sido identificados como Cleopatra, Marco Antonio y Safo (?). La parte escultórica para unos es obra de Guillén Ferrant, mientras que otros autores se inclinan por la autoría de Claudio de Arciniega. El piso noble abre tres ventanas adinteladas entre columnas que sostienen niños desnudos dejando en el centro medallones. 
Fruto de dos épocas -gótica y renacentista- y de reformas decimonónicas a cargo de José Secall y Joaquín de Vargas es el patio, de trazado irregular y difícil de analizar. La parte gótica corresponde a la zona del fondo y se compone de dos pisos de arquerías, similares a los de la Casa de las Conchas, si bien en La Salina los arcos inferiores tienen mucha mayor luz. La obra renacentista la constituye parte del ala izquierda con galería de cinco arcos semicirculares y dos bustos en sendos medallones de hombre y mujer que tal vez representen a los promotores, y los mensulones que sostienen el paseador del lado contrario. Además de esas ménsulas humanas a modo de atlantes con rostros atormentados y tremendamente expresivistas, se labraron en el patio escudos pertenecientes a Mesía-Fonseca, Fonseca, Toledo y Ponce de León delatando orígenes y entronques de los propietarios. 
En relación con este edificio la documentación aporta el nombre de Machín de Sarasola, activo arquitecto cuya personalidad artística está por definir, pero del que sabe de la buena fama que gozaba entre sus colegas. Tal vez en la fachada interviniera la mano tracista de Rodrigo Gil de Hontañón.
 Autor: José Ramón Nieto González 

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