Torre del Clavero
No existe acuerdo entre los historiadores sobre quién mandara edificar una de las más galanas torres góticas conservadas. Para unos, como Villar y Macías y Quadrado, su promotor fue el señor de Baños y Clavero -de ahí el nombre- de la Orden de Alcántara, don Francisco de Sotomayor; para otros, lo sería fray Diego de Anaya, comendador de la misma Orden, tesis que defienden González Dávila y Dorado; no falta quien vincula, como hace Crespo Pozo, este edificio a don Diego García de Chaves, cuya madre era hermana del Arzobispo Anaya. El hecho cierto es que los garitones alternan las armas de los Sotomayor y Anaya. Mayor coincidencia existe en registrar una casa-palacio a ella adosada, que ya no aparece en viejas fotografías; heredera de ella es la actual, levantada por un caracterizado ganadero de bravo y que ha pasado por distintos usos. La torre en 1771, año en que se realizan obras, pertenecía a don García Golfín del Aguila. Hasta hace pocos años, durante un corto espacio de tiempo, fue la sede del Museo Municipal, abierto al público el 17 de enero de 1980.
Esta airosa torre, construida entre 1480 y 1490, arranca de un basamento de sillería en talud, pasando después a un cuerpo de mampostería con sillares en las partes vivas, mientras que el resto, de planta ochavada, más o menos la mitad de la altura total, fue edificado con cuidados sillares. Destaca por su atinado remate la parte superior, donde en los ochavos sobresalen los garitones cilíndricos que arrancan de una base con labores que imitan las de cestería y cierran con capacetes, al parecer, de la época de Felipe II. Entre las voladas garitas corre una galería de arquillos sobre modillones. Las saeteras y ventanas -alguna condenada- no presentan mayor interés. El interior, con cuatro pisos, conserva una escalera de caracol y sigue la planimetría del exterior.
Dos razones se han dado para explicar que la torre se salvara de la destrucción ordenada por los Reyes Católicos; unos quieren ver que fue la belleza de la misma lo que la salvó del desmochamiento sufrido por otras, no obstante hay quien defiende que su conservación se debió al hecho de que fuera propiedad del clavero de una orden militar. Lo cierto es que hoy sigue siendo un bello ejemplar de lo que sería la arquitectura urbana de fines del XV. La casa desaparecida y el torreón serían prototípicos de aquella nobleza pronta a empuñar las armas que caracterizó nuestra Edad Media.